Entre la leve separación de sus hinchado Monte de Venus asomaban sutilmente los dos labios internos, como una lengua que relame los labios de una boca preciosa.
Y en la parte superior aparecía ese botón mágico que a todos nos gusta, su clítoris, erecto y grande además de rosado.
—¿Vas a lamerlo ya o te vas a tirar todo el día mirándolo? —me dijo con la voz entrecortada mientras ponía su mano derecha en mi cabeza y me acariciaba el pelo